EL SILENCIO
NEURONAL Y LA CERO FRECUENCIA
#Mayor silencio cerebral supone muchos
beneficios para los procesos cognitivos, pero sobre todo se correlaciona con
una mayor satisfacción vital. Una mente divagante es una mente infeliz. Hoy
podríamos decir que una mente en silencio es una mente feliz.”
La poeta sufí Rabía expresaba en sus palabras
la idea de que el verdadero conocimiento surge no tanto de la palabra hablada,
que puede llevar a la mentira, sino del acto de saborear y experimentar
directamente. Este concepto resalta la importancia de la experiencia directa y
la contemplación silenciosa como vías hacia un entendimiento más profundo y
auténtico.
La meditación, una práctica reconocida por sus
múltiples beneficios tanto históricos como científicos, nos invita a explorar
la capacidad sanadora del silencio. A través de la meditación, no se trata
simplemente de no hacer nada, sino de cultivar la atención plena, lo que
conlleva a la regulación de nuestras emociones y a una nueva perspectiva de
nuestro ser interior. La atención consciente nos permite acceder a un estado de
quietud donde se abre espacio para la reflexión y la conexión con nuestro ser
más profundo.
La investigación neurocientífica de Marcus
Raichle revela que gran parte de nuestro tiempo mental lo pasamos inmersos en
lo que se conoce como la red neuronal por defecto, un estado de ensoñación
donde la mente divaga entre recuerdos, diálogos internos y fantasías. Este
estado, que consume una cantidad significativa de energía cerebral, nos muestra
que la mente humana tiende a estar constantemente activa, construyendo
narrativas internas. Reconocer esta actividad basal nos invita a explorar el
poder del silencio y la atención plena como formas de acceder a una mayor
conciencia y autenticidad en nuestras vidas diarias.
El nivel de actividad en la red neuronal por
defecto varía entre las personas, algunos experimentan un alto ruido cerebral
que puede asociarse con enfermedades neurodegenerativas y ansiedad, mientras
que otros tienen una mente más tranquila. Entrenar la atención a través de la
meditación implica romper con la constante ensoñación de la mente, lo cual se
traduce en una disminución de la actividad de la red por defecto no solo
durante la meditación, sino a lo largo del día. Esta reducción del ruido mental
conlleva a un mayor silencio cerebral que beneficia los procesos cognitivos y
se relaciona con una mayor satisfacción en la vida, contrarrestando la
infelicidad asociada a una mente divagante.
Muchas terapias y procesos de crecimiento personal
utilizan la meditación como herramienta para fomentar el silencio interior y
permitir una mayor autoobservación y comprensión del entorno. Sin embargo,
algunos enfoques pueden caer en el narcisismo al centrarse exclusivamente en la
búsqueda de motivación y la definición de la personalidad. En lugar de
aferrarse a una motivación externa como guía, se destaca la importancia de
cultivar la humildad, la sencillez y la aceptación del presente, abandonando la
rigidez de perseguir un sueño predefinido y abrazando la fluidez y la
posibilidad inherente a simplemente ser.
En un grupo de investigadores alemanes del
Research Center for Regenerative Therapies de Dresden ha encontrado que el
silencio tiene un impacto significativo en el cerebro. Durante un estudio con
ratones, observaron que aquellos que permanecían en silencio durante dos horas
diarias mostraban un crecimiento de nuevas células en el hipocampo, área
cerebral asociada con la memoria, las emociones y el aprendizaje. Estas células
nuevas tenían la capacidad de diferenciarse e integrarse en el sistema nervioso
central, lo que sugiere que dedicar tiempo al silencio diariamente puede ser
beneficioso para conservar la memoria y aumentar la flexibilidad mental ante
los cambios.
El lenguaje de nuestro cerebro
El cerebro constantemente genera oscilaciones
cerebrales, patrones rítmicos de actividad neuronal que se reflejan en un
electroencefalograma (EEG). Estas oscilaciones son el resultado de la
alternancia entre estados de alta y baja actividad neuronal en grupos de
neuronas.
Similar al efecto de las ondas que se propagan
en el agua al arrojar una piedra en un estanque, las oscilaciones cerebrales se
transmiten entre grupos de neuronas cercanos, generando una especie de diálogo
neuronal que permite la comunicación entre regiones distantes del cerebro. Este
proceso se considera el lenguaje de comunicación entre las redes neurales,
esencial para los procesos cognitivos como la atención, la memoria y la
percepción del entorno.
Las oscilaciones cerebrales se caracterizan por
su frecuencia, que indica su velocidad, y su amplitud, que refleja su
intensidad. Estas dos características fundamentales permiten la clasificación
de las oscilaciones en diferentes ritmos, lo que resulta crucial para
comprender cómo el cerebro procesa información, percibe el mundo y regula el
comportamiento.
Entre los principales ritmos descritos del
cerebro, ordenados de más lento a más rápido y de ondas con mayor a menor
amplitud, tendríamos:
·
Ritmo
delta (δ), con una frecuencia de 0,5–4 Hz.
·
Ritmo
theta (θ), 4–8 Hz.
·
Ritmo
alpha (α), 8–13 Hz.
·
Ritmo
beta (β), 13–30 Hz.
·
Ritmo
gamma (γ), de más de 3
Cuando se producen cambios en los patrones
oscilatorios del cerebro, la comunicación entre las neuronas se ve afectada, lo
que puede desencadenar trastornos neurológicos o psiquiátricos. Por ejemplo, en
casos de epilepsia, las alteraciones en las oscilaciones cerebrales son
evidentes y su análisis puede confirmar el diagnóstico. En trastornos como el
autismo, los cambios en estas oscilaciones son más sutiles, lo que dificulta su
detección incluso para expertos en la materia.
·
Del
sueño hacia la vigilia: Cuando una persona despierta de un sueño profundo y se
prepara para levantarse, las frecuencias de las ondas cerebrales experimentan
un aumento progresivo. Inicialmente, pasan de Delta (δ) a Theta (θ), luego a
Alfa (α), y finalmente a Beta (β).
·
Durante
el sueño: Durante la etapa 1 del sueño noREM, se observa un ritmo Theta (θ),
mientras que la etapa 2 se caracteriza por la aparición de "husos de
sueño" y complejos K ocasionales. En la etapa 3, predominan las ondas de
baja frecuencia Delta (δ). La etapa 4 muestra la disminución máxima de la
actividad cerebral con ondas lentas.
En el sueño REM, se destaca una actividad
electroencefalográfica de bajo voltaje y alta frecuencia, acompañada de
movimientos oculares rápidos y erráticos (MOR).
Velocidad de procesamiento lenta y el cerebro
La velocidad de procesamiento lenta es un tema
central entre los investigadores del cerebro. Hay muchas personas inteligentes
que procesan la información muy lentamente debido a la manera en la que sus
cerebros funcionan. Averigüe lo que los científicos piensan sobre cómo de las
diferencias en el cerebro pueden afectar la velocidad de procesamiento.
·
1. El espacio entre las neuronas: Las neuronas son células cerebrales
con estructuras similares a árboles, con dendritas como ramas y un axón largo
como tronco. La transmisión de información entre neuronas ocurre a través de señales
eléctricas que deben saltar de una célula a otra a través de espacios llamados
sinapsis.
Las personas con procesamiento lento
pueden presentar mayores espacios entre las neuronas, posiblemente debido a la
menor cantidad o longitud de las dendritas. Estas ramificaciones desempeñan un
papel crucial en el transporte de información de una célula a otra en el
cerebro. Un espacio más amplio entre las neuronas puede hacer que la
transmisión de la velocidad sea más lenta a través del cerebro.
·
2. Recubrimiento de la mielina: Algunas partes de las neuronas
están cubiertas por una sustancia grasa denominada mielina, formando la vaina
de mielina, que facilita la rápida transmisión de mensajes entre neuronas. A
medida que los niños crecen, esta capa de mielina se vuelve más gruesa,
pudiendo adelgazar en etapas posteriores de la vida.
Investigadores están explorando cómo
el grosor de la mielina influye en la velocidad de procesamiento en niños
sanos. Se plantea que una capa ligeramente delgada de mielina podría ser
responsable de la demora en el procesamiento de información en ciertos cerebros
infantiles.
·
3. Químicos cerebrales: Los neurotransmisores son
sustancias químicas en el cerebro que transmiten señales entre las neuronas,
actuando como mensajeros. La escasez de estos químicos o dificultades en su
transmisión pueden afectar la velocidad de procesamiento cerebral. La
deficiencia de ciertos neurotransmisores puede influir en la capacidad de
atención, y aunque medicamentos como los usados para el TDAH pueden no mejorar
directamente la velocidad de procesamiento en niños con este tipo de
dificultades, sí pueden aumentar el ritmo general de trabajo y la concentración
de los niños afectados.
·
4. Vías cerebrales: Las neuronas colaboran para formar
redes neuronales, similares a rutas, que transmiten información y se vuelven
esenciales al aprender nuevas habilidades, convirtiéndose en autopistas
importantes para el procesamiento cerebral. La eficiencia y organización de
estas redes neuronales influyen en la velocidad de procesamiento, con especial
atención en los lóbulos frontales, donde la práctica repetida de tareas puede
mejorar la rapidez y eficacia con la que se completan las mismas, gracias a la
mayor densidad y eficiencia de estas áreas cerebrales.
La conexión entre la práctica constante de una
habilidad específica y la mejora en la velocidad de procesamiento se basa en la
automatización de las tareas, que permite un procesamiento más rápido y
eficiente. Al repetir una actividad, esta se vuelve más automática, lo que
favorece su rapidez en el procesamiento según la investigación realizada en
este ámbito.
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